jueves, 10 de enero de 2008

Todas las heridas son la misma sangre...

Creo que no hacen falta palabras, a pesar de que prácticamente nos hayamos acostumbrado a esto (qué triste... se me encoge el estómago sólo de pensar que me parezca algo rutinario la muerte de tantas personas, o de una sola...). A mi se me sigue encogiendo el corazón cada vez que leo, veo, escucho o recuerdo que mientras yo cuento con una vida sin ningún tipo de carencias, hay personas que suplican día y noche por seguir vivas al día siguiente. Aunque la Organización Mundial de la Salud afirme que son 151.000 civiles, yo me atrevería a decir que son muchos más, pero que el descontrol y la falta de implicación por parte de tantos organismos nos lleva a pensar que son menos. Menuda liberación del pueblo iraquí... van a quedar liberados los cuatro que sobrevivan, y de ellos dos tendrán un fusil norteamericano apuntando directamente a su sien. Y ¿de qué sirve que durante toda la vida enseñemos a los niños que los problemas se solucionan hablando? ¿Qué tipo de ejemplo es este? Después de ver cómo está el mundo yo no me atrevo a decirle a nadie que lo correcto, lo lógico, lo moralmente perfecto es no dañar a nadie, si la respuesta instantánea va a ser “Profe entonces ¿por qué existen las guerras?”; y ¿qué contesto? Que porque unos desgraciados ponen por encima de todo el ansia de poder y de dinero... No puedo decir eso porque no le encuentro explicación. No puedo entender como alguien lanza una granada, dispara un fusil o se inmola haciéndose pedazos sabiendo de antemano que eso supondrá el fin de la existencia de otros muchos. Yo no podría vivir sabiendo que por mi culpa una persona ha dejado de sentir, de pensar, de vivir... Tampoco puedo entender cómo puede dormir alguien que manda un ejército a cualquier lugar del mundo que no conoce, que no ha pisado nunca, que apenas sabe distinguir en un mapa sin las fronteras pintadas, sabiendo que morirán niños, que quemarán colegios, destrozarán hospitales, y romperán miles y miles de familias. Parece que no evolucionamos... en vez de unirnos, de mejorar el mundo entre todos, nos pegamos por cachitos de tierra y energías que un día se acabarán, y entonces ¿qué? Entonces no quedará nadie porque nos habremos matado los unos a los otros. Y lo horrible, lo triste, lo que debería erizarnos la piel, es que mientras yo estoy sentada en casa, calentita, con un café delante de un ordenador, escribiendo libremente en internet, alguien mira a un cielo que probablemente descargue muerte a lo largo del día, y lo único que nos separa es la SUERTE de haber nacido en un lugar o en otro del mundo.




...Imagina que hay una guerra... y no vamos nadie

1 comentario:

Lopitos dijo...

Cierto. Que asco de vida. Morir o vivir, sobrevivir o caer bajo las balas dependiendo de las coordenadas de tu nacimiento.
Otro mundo es posible, a pesar de que algunos se empeñen en evitarlo en ambos lados.