Hace ya dos o tres semanas que Javi se fue con su abuela a Rumanía, por eso de no pasar todo el verano en Madrid aburrido mientras sus padres trabajan. Y Denissa, como buena madre de un niño de cuatro añitos, no hacía más que echarle de menos mientras él apenas tenía conciencia de lo lejos que estaba su madre. Y durante todo este tiempo me reía con ella por las mañanas, con su indignación porque su Javi no se acordaba de ella. Pero al final siempre llegaba a la misma conclusión. Si Denissa, sabiendo que a finales de julio volvería a tener a su pequeño consigo, lo pasaba horriblemente mal teniéndole tan lejos... ¿Qué será de aquellos padres que no saben con exactitud cuál será el próximo abrazo de sus hijos? Denissa mandó a Javi con su madre a Rumanía, sabiendo que iban a cuidarle mejor casi ella misma, sabiendo dónde iba, con quién, dónde viviría, qué comería e incluso con qué gente trataría a diario... La madre de Denissa no sabía qué le esperaba a su hija cuando decidió partir dirección España, sin nada, sin absolutamente nada. Sin saber si su marido y ella volverían a ver a su familia, a sus amigos, su casa, sus recuerdos... todo atrás para luchar por esos sueños que prometes cumplir durante la infancia. Sueños que allí se desvanecen. Si la preguntas ella te contesta que le encantaría vivir allí, que no es fácil dejarlo todo, pero que tienes que intentarlo para poder vivir.
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