Hoy me acuerdo de tus ojos tristes, de las noches en vela y el peso en el fondo del corazón. Hoy me acuerdo de tu cara, de tu risa, de los donuts a las 7 de la tarde y los eternos medios días en tu casa. Y recuerdos tan dispares me provocan sentimientos contradictorios, pero todos traen cariño, morriña y emoción.
Hoy me acuerdo que habría dado la vida por devolverte la sonrisa. Lo habría dado todo porque te quedaras, pero habría sido injusto, cuando de verdad quieres a alguien con todo tu corazón lo único que te importa es que no sufra. Y verte sufrir nos destrozaba día a día. Ojalá hubiera habido forma de pararlo. Se que no había vuelta a atrás, que tu cuerpo lo consumía el cáncer y mis suplicas, mis llantos y mis ataques de furia negándolo todo no valían para nada. Por eso, precisamente por eso, me habría encantado poder decirte “Yaya te prometo que no va a haber más dolor”. Se que si hubiera habido forma de acabar con tu suplicio sin sufrir habría sido más doloroso para mi, pero más fácil, más humano y más decente para ti.
Hoy me acuerdo de tus delgados dedos mientras le doy vueltas a tu anillo en mi anular. “Lo cuidaré” te dije, y no ha habido día que me separara de él. Con quince años no sabía lo que me jugaba, hoy daría la vuelta al mundo por volver a esos mismos días y no perder ni un solo instante de tu vida. Se que disfrutamos juntas, se que me querías, que nos adorabas, y que tu difícil vida se paliaba con nuestras miradas de cariño, pero también se que supiste lo que pasaba y sentiste el miedo dentro de ti. No se cuánto llegaste a sufrir, no quiero pensarlo, pero se que dolía mucho más la incertidumbre de no saber cuándo mientras escuchabas el tictac de tu reloj interno. Siento mucho no haber podido poner fin a tu calvario, pero hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos, porque te queríamos, porque te queremos, porque sigues adornando la cabecera de mi cama con tu sonrisa, porque para coger fuerzas palpo tu alianza entre mis dedos, y porque a pesar de todo lo que pudiste creer fuiste una gran abuela, y aquellos largos meses no hicieron más que aumentar lo que sentíamos por ti.
Ayer estuve en una manifestación. Por la sanidad pública y por las barbaridades que la CAM está cometiendo con ella, y en particular con el doctor Montes y su equipo del Severo Ochoa. Y me acordé tanto de ti... Por mi mente sólo daba vueltas tu mirada, tu mirada apagada, tu mirada suplicante de acabar con el dolor. ¿Cómo pueden negarle a alguien el derecho a no sufrir? ¿Quién les da esa potestad para juzgar a quien hace su trabajo pensando en que delante tiene a una persona y no a un número? El 19 de febrero volveré a manifestarme por ti Yaya, volveré a salir a calle a pedir justicia pensando en tus bonitos ojos empapados de tristeza.
Pero hoy, hoy 15 de febrero, de lo que me acuerdo es de todo lo bueno, de todo lo que vivimos, de todo lo que te quiero, de lo que te echo de menos, y de que el día 15 de febrero siempre estará marcado por la contradicción. El dolor por tu pérdida y la felicidad de tu liberación.
Hoy me acuerdo que habría dado la vida por devolverte la sonrisa. Lo habría dado todo porque te quedaras, pero habría sido injusto, cuando de verdad quieres a alguien con todo tu corazón lo único que te importa es que no sufra. Y verte sufrir nos destrozaba día a día. Ojalá hubiera habido forma de pararlo. Se que no había vuelta a atrás, que tu cuerpo lo consumía el cáncer y mis suplicas, mis llantos y mis ataques de furia negándolo todo no valían para nada. Por eso, precisamente por eso, me habría encantado poder decirte “Yaya te prometo que no va a haber más dolor”. Se que si hubiera habido forma de acabar con tu suplicio sin sufrir habría sido más doloroso para mi, pero más fácil, más humano y más decente para ti.
Hoy me acuerdo de tus delgados dedos mientras le doy vueltas a tu anillo en mi anular. “Lo cuidaré” te dije, y no ha habido día que me separara de él. Con quince años no sabía lo que me jugaba, hoy daría la vuelta al mundo por volver a esos mismos días y no perder ni un solo instante de tu vida. Se que disfrutamos juntas, se que me querías, que nos adorabas, y que tu difícil vida se paliaba con nuestras miradas de cariño, pero también se que supiste lo que pasaba y sentiste el miedo dentro de ti. No se cuánto llegaste a sufrir, no quiero pensarlo, pero se que dolía mucho más la incertidumbre de no saber cuándo mientras escuchabas el tictac de tu reloj interno. Siento mucho no haber podido poner fin a tu calvario, pero hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos, porque te queríamos, porque te queremos, porque sigues adornando la cabecera de mi cama con tu sonrisa, porque para coger fuerzas palpo tu alianza entre mis dedos, y porque a pesar de todo lo que pudiste creer fuiste una gran abuela, y aquellos largos meses no hicieron más que aumentar lo que sentíamos por ti.
Ayer estuve en una manifestación. Por la sanidad pública y por las barbaridades que la CAM está cometiendo con ella, y en particular con el doctor Montes y su equipo del Severo Ochoa. Y me acordé tanto de ti... Por mi mente sólo daba vueltas tu mirada, tu mirada apagada, tu mirada suplicante de acabar con el dolor. ¿Cómo pueden negarle a alguien el derecho a no sufrir? ¿Quién les da esa potestad para juzgar a quien hace su trabajo pensando en que delante tiene a una persona y no a un número? El 19 de febrero volveré a manifestarme por ti Yaya, volveré a salir a calle a pedir justicia pensando en tus bonitos ojos empapados de tristeza.
Pero hoy, hoy 15 de febrero, de lo que me acuerdo es de todo lo bueno, de todo lo que vivimos, de todo lo que te quiero, de lo que te echo de menos, y de que el día 15 de febrero siempre estará marcado por la contradicción. El dolor por tu pérdida y la felicidad de tu liberación.
Tiempo después de perderte, un día, en el coche sonó esta canción, y papá, mamá y yo nos quedamos callados. Tu hijo dijo con un hilo de voz que le recordaba a ti, y desde entonces, cuando te necesito cerca la escucho...Se ha convertido en tu canción
No hay comentarios:
Publicar un comentario